Según comentamos en el post anterior acerca del trabajo terapéutico ; todo cambio, mejora y/o aprendizaje requiere tiempo. No podemos pretender llegar a ello con un simple chasquido de dedos o al despertarnos al día siguiente. Nuestro trabajo terapéutico y por tanto la superación de los problemas, no consiste únicamente en desahogarse emocionalmente. Claro que ayuda, y es muy necesario este desahogo, pero no es el único paso que tenemos que seguir, y para ello necesitamos tiempo.
Y el tiempo, ¿para qué nos sirve? ¿qué nos aporta?
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Tiempo para conocer y aceptar qué nos está ocurriendo.
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Tiempo para ser conscientes de que nuestra ausencia de habilidades o habilidades erróneas no nos son útiles para la situación actual.
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Tiempo para conocer nuestras emociones, sentimientos y/o sufrimiento que estamos padeciendo.
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Tiempo para desaprender aquellos mecanismos, acciones y sobre todo pensamientos que nos perjudican y generan sufrimiento.
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Tiempo para aprender nuevas formas de enfrentar y superar esas situaciones que nos provocan malestar o nos impiden llevar nuestra vida con normalidad.
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Tiempo para generalizar este aprendizaje a las diversas situaciones de nuestra vida diaria.
Para todo este camino y proceso que llevaremos a cabo es muy necesario el tiempo, pero el tiempo bien invertido, el tiempo de por sí sólo no hace nada.
El malestar y sufrimiento que a veces sentimos ante los problemas puede ser muy intenso, dificultando en ocasiones nuestra paciencia o confianza en nosotros mismos. Pero es parte también del camino que tenemos que seguir, la mejor decisión que podemos tomar es tomar las riendas para superar y afrontar esa dificultad, para ello habrá que hacer frente a ese sufrimiento, trabajar para aprender esas habilidades que necesitamos.
El tiempo cura las heridas siempre y cuando en ese tiempo, limpiemos, curemos y cuidemos esas heridas ¡Aprovechemos ese tiempo, depende únicamente de nosotros!
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