Sobre mí

 

Ana María de Antona

La gente que me conoce dice que lo mío es vocacional, que siempre actué dando apoyo a los demás, y es cierto, si me paro a pensar no me veo haciendo ninguna otra cosa que no esté relacionada con la psicología.

Lo mío con la Psicología fue amor a primera vista, en cuanto conocí un poco de ella me entregue totalmente, quería saber porqué la gente sufría, por qué unos más que otros, qué se podía hacer y sobre todo qué podía hacer yo. Así que cuando mi madre me dijo “qué quieres estudiar”, afirmé firmemente “psicología”, y así fue, me dedique a aprender todo lo que pude.

Cuando termine la carrera, consciente de que necesitaba una formación más práctica realice un Master de Terapia Cognitivo-Conductual.

Dicen que cuanto más sabes más consciente eres de lo que no sabes, eso me pasó al empezar a trabajar, vi que los niños tenían unas necesidades específicas diferentes a la de los adultos, así que realice un Experto en Terapia de conducta Infanto-Juvenil, para dar una atención de mayor calidad a todos esos pequeñitos que se sentaban delante de mí.

Mientras seguía ejerciendo tuve la oportunidad y gran suerte de colaborar durante más de un año en el Hospital Niño Jesús en el área de Trastornos de alimentación, donde aprendí muchísimo, y pude trabajar con grandes profesionales expertos en estos trastornos..

He realizado multitud de cursos y sigo formándome porque la frase “Quien se atreva a enseñar nunca debe dejar de aprender” es uno de mis credos.

Tras trabajar más de cinco años en consultas psicológicas, decidí embarcarme en mi propio proyecto, en el que aplicar los conocimientos adquiridos a lo largo de toda mi carrera de la manera en la que yo entiendo la psicología.

Cada vez que un nuevo paciente se sienta delante de mí, intento ver qué puede aprender, qué tiene que ver desde otro prisma, cuál es su problemática. Es decir, personalizo la terapia al niño o adulto. A partir de ahí todo es un aprendizaje, por eso mismo todo el mundo puede cambiar, porque todo el mundo puede aprender.

Mi principal y único objetivo es que esa persona sea más feliz y aprenda las herramientas necesarias para enfrentarse a la vida de una manera más positiva y con menos coste emocional. Busco que lleguen a ser sus propios terapeutas. Para ello utilizo la terapia que a mí me parece que más se adapta a este objetivo que es la Terapia cognitivo-conductual.

En el caso de los niños la terapia es la misma y el objetivo también, busco niños más felices, pero a la vez futuros adultos sanos.

Para mi mis pacientes son lo primero, y me siento muy orgullosa de como ellos avanzan, aprenden y se esfuerzan por mejorar. Son unos auténticos valientes, los únicos artífices de su cambio y mejora.

La relación con mis pacientes implica la calidez, comprensión, cercanía y confianza. La terapia es un espacio donde el paciente puede expresar absolutamente todo, sin ser juzgado, es libre, nada de lo que exprese es malo, al contrario. Entre los dos elaboramos emociones, cambiamos aquello que le impide avanzar, no están solos en el camino, van acompañados hasta que ellos pueden caminar solos, ese es el momento en el que me retiro y la terapia finaliza.

“Aunque nada cambie, si yo cambio todo cambia”. (Marcel Proust).